[COLUMNA] Sofía Calvo: Cómo ser consumidor responsable sin sufrir en el intento
[COLUMNA] Sofía Calvo: Compramos ropa impulsivamente y llenamos el clóset de productos desechables que se deforman al segundo lavado. Sin embargo, seguimos "echándole la culpa al empedrado"
Ad portas de una nueva conmemoración del derrumbe del complejo industrial Rana Plaza en Bangladesh, que dejó a más de mil personas fallecidas, resulta urgente preguntarse qué estamos haciendo como consumidores de moda para evitar una nueva tragedia.
Compramos ropa impulsivamente y llenamos el clóset de productos desechables que se deforman al segundo lavado. Sin embargo, seguimos "echándole la culpa al empedrado".
En la economía de libre mercado, sin comprador no hay oferta. Es decir, sin una persona que alimente el negocio no hay posibilidad de producción. Ello extrapolado a la moda, supone que mientras más irresponsable seamos en nuestro consumo de indumentaria, menos incentivos tienen las marcas de cambiar su comportamiento.
Por lo mismo, es hora de analizar cuál es nuestra responsabilidad en este sistema moda que está generando más pobreza que riqueza entre sus actores.
¿Cómo estamos contribuyendo a que esta industria deje de ser la segunda más contaminante del mundo después de la del petróleo y una de las primeras -no temo afirmarlo- en crueldad?
La Segunda Encuesta Nacional de Medio Ambiente nos entrega datos esperanzadores al respecto. Un 99% de los entrevistados dijo que le gustaría que los productos que compraban indicaran en la etiqueta su impacto ambiental.
Esto nos permite inducir que hay un gran porcentaje de la población que quiere vivir una vida sustentable, pero muchas veces no sabe cómo. Lo mismo se aplica en el caso de la moda, donde el título de responsable no requiere de grandes sacrificios, ni valientes proezas.
En mi libro El Nuevo Vestir (RIL Editores 2016) hablo sobre ello. De hecho, afirmo que acciones tan simples como revisar la etiqueta de nuestra ropa, permite que conozcamos su origen y cuidados, y por ende preguntarnos si en el país de producción hubo explotación o no, además de comprender cómo lograr su sobreviva, incluso en el caso de aquellas piezas de calidad dudosa.
Lo anterior resulta vital, si consideramos que el 25% de la huella de carbono del vestuario proviene de la manera en que la cuidamos, según señala WRAP Valuing Our Clothes.
Asimismo, elegir prendas que aporten a nuestra identidad, que sean atemporales y con potencial heredable, como la mayoría de las propuestas de moda de autor local, puede generar un efecto dominó inmaginado: aumentar nuestra autoestima, apoyar el crecimiento de nuestra incipiente industria nacional y custodiar nuestro bolsillo con ahorros, en el largo plazo, de casi un 100%.
No hay que ser matemático para aseverar aquello, solo dividir el valor del producto por su uso. Estoy convencida que el resultado de esta ecuación, en el caso de la moda local, resulta extremadamente conveniente.
Cada uno de estos pequeños gestos nos demuestran que hoy no hay excusas para ser y parecer "ser humano". Vestirse éticamente es el primer paso.