[ENTREVISTA] Ana Torrejón: “El mundo de la moda está en muchas tensiones”
Ana Torrejón está muy lejos de parecerse a Miranda Priestly, el personaje de Merryl Streep en "El Diablo se viste de Prada". La directora editorial de revista Harper's Bazaar Argentina destaca por su modo cariñoso, por seleccionar en su discurso las palabras precisas y por ser muy generosa con sus reflexiones.
El amor de esta periodista por la moda, surge de la libertad y de las ganas de homenajear a tantas mujeres que, de una u otra forma, han sido parte de su vida y la han construido como profesional. Como cualquier amor, se lo toma con la seriedad y compromiso, tal como se hace con ese cariño que atrapa el corazón desde lo más profundo.
En el marco de su visita a Chile para dictar el último Fashion Talk, organizado por The Collective y Singolare, la trasandina se dio el tiempo para analizar junto a nosotros el estado de la moda en la región, el poder de las nuevas plataformas y los desafíos pendientes del rubro.
Te criaste en Puerto Madryn, rodeada de montañas, ¿cómo en ese contexto nace tu gusto por la moda?
Fui muy afortunada. He tenido la oportunidad como niña de nacer en una familia que tenía muchos intereses culturales. Mi pueblo era pequeño, disponía de mucho tiempo y de una biblioteca. Eso permitió algo dichoso que fue leer un libro por día. Y bueno, la verdad es que siempre crecí con intereses y perspectivas desmedidas. Por parte de mi familia los mandatos fueron realmente muy abierto en términos de lo que una mujer quería ser y que cada persona tenía que ser transformadora de la realidad.
¿Cuáles son tus referentes de moda?
A mí me han configurado la memoria y el aprendizaje sobre mujeres que son notables. Mujeres de mi familia con ejemplo de lucha y que tuve la suerte de disfrutar. Mujeres del arte, de la política y de la moda. De todas ellas aprendí a ser. Te puedo hablar de la tremenda influencia que tuvo en mi Simone de Beauvoir, Tina Modotti, las mujeres socialistas en mi país, la figura icónica como Evita, actrices como Bárbara Mujica, diseñadoras como Rei Kawakubo y amigas periodistas. Para mí la belleza, el estilo y el talento son algo muy inclusivo.
Impartes clases de imagen y estilo en la Universidad de Palermo. Como docente, ¿cómo evalúas la formación de la moda en Argentina?
Tengo mis puntos de reparo con la especialización si antes no se han cursado estudios generales. Creo que hoy hay un gran negocio en todo el mundo, consistente en brindar cursos breves dentro hasta de la misma matriz universitaria. Las personas necesitan formaciones culturales mucho más amplias.
¿En qué momento del mundo de la moda crees que estamos?
Estamos en la cuarta revolución industrial. Para el año 20 y 25 va a haber enormes cambios. Los procesos son súper acelerados. No nos podemos resistir. Yo no soy ni millennial ni nativa digital, sin embargo como periodista profesional que sí soy, mi inquietud ha sido capacitarme y poder desarrollarlos consecuentemente. Esa operación es compleja. Creo que vamos a partir de múltiples soportes, pero el acceso a ellos va a requerir mayores grados de capacitación, de consciencia y responsabilidad sociocultural.
¿Cómo vamos encaminados en ese proceso?
Según las cifras de Comscore, los teléfonos han revolucionado el mundo del comercio y las comunicaciones. Nadie hoy accede a una compra de internet sentándose en su computadora de escritorio. El m - commerce es muy importante en esta interacción y las personas requieren más horizontalidad. Es más on demand todo: el contenido, el servicio, el deseo. Hay mucho deseo de personalizar las intervenciones.
¿Cuáles son los desafíos que tiene la moda en Latinoamérica?
Muchos. En principio, en ninguno de nuestros países es un tema país, porque su influencia económica al producto interno bruto no resulta tremendamente atractiva. Entonces hay que definir políticas de estado capaces de asumir a la moda como un vector socioeconómico y cultural y que se puedan plantear estrategias a largo plazo y estrategias conjuntas. Creo que hay muchísimas más posibilidades de hacer acuerdos y pactos, por ejemplo entre Argentina y Chile en determinadas cuestiones de trascendencia de lo que nosotros producimos, en lugar de salir los dos países por separado. Me parece que necesitamos mayor consciencia, verificar los soportes de formación, necesitamos mayor tecnologización, alguna idea para proteger los pequeños emprendimientos, saber qué vamos a comunicar, qué vamos hacer con nuestros recursos, cómo le vamos a aplicar valor tecnológico y, sobretodo, verificar qué mercados. Hasta ahora seguimos siendo colonialistas. ¿Esto qué quiere decir? Que la convalidación nos las da Europa y el deseo es "quiero exportar" ¿Adónde? A París, a Barcelona. La verdad es que la primera finalidad sería ver qué rol podemos tener en nuestra propia comarca y luego ver si tenemos el valor agregado o la potencialidad para poder hacerlo y si ese mercado nos puede recibir. El mundo de la moda está en muchas tensiones.
En ese sentido, ¿cómo evalúas el diseño de la región?
Estamos en un momento interesante. Porque de cada uno de nuestros países, hablo de Colombia para abajo, han surgido dos o tres nombres que hablan de un colectivo configurado por muchos más que están teniendo escena. Podemos hablar del caso Octavio Pizarro, Esteban Cortázar o Jessica Trosman.
¿Las redes sociales tienen hoy el poder de democratizar la moda?
Lo tienen. Funcionan. Son canales. De hecho hay una manera de comunicarse por WhatsApp con los clientes y hay marcas que están testeando prototipos por Instagram para después incluirlos en la producción.
Lo tuyo es una visión sociológica de la industria...
Si. A mí me interesan los estudios culturales desde un sentido profundo. Tuve la suerte de acceder a una buena formación política. Entonces hago lecturas políticas y económicas de las cosas.
En un medio argentino titularon una entrevista tuya como "la dueña del estilo", ¿te sientes así?
En absoluto. No me hago cargo. Cuando era muy chica tomé una serie de decisiones que no sé si eran las que más le gustaban a mi mamá. Me corté el pelo muy corto a los 12, me lo pinté de un lado, me vestía de negro y me pintaba los labios. Tengo este look desde muy chica. Nunca me reprimieron nada. Tenía que mostrarme de esa manera porque era lo que sentía adentro mío.
Entonces, que te llames Madame Torrejón en tus redes, no tiene que ver con sentir que tienes un tipo de poder en el mundo de la moda...
Me puse Madame Torrejón, pero no por lo afrancesado. Sino porque las mujeres inmigrantes españolas cuando llegaban a la Argentina, tenían dos tenían dos destinos laborales. Uno era trabajar como empleadas en las casas y las otras en la industria de la moda. En la Argentina hasta los años 60 hubo muchas casas de alta costura que adaptaban las toiles de Dior y demás. Quise hacer un homenaje al oficio. A todas esas esas mujeres que quizás no tuvieron una casa a su nombre, pero que cosieron vestidos divinos, hilvanaron sueños y fueron grandes trabajadoras.
Foto: Sol Abadi