[COLUMNA] Sofía Calvo: "No me gusta la ropa"
Me aburrí de los commodities, de las rumas interminables de prendas que apelan a tendencias y/o modas que no me acomodan. Suena contradictorio, considerando que parte de mi quehacer lo desarrollo ligada a esta industria. Sin embargo, no se apresuren en sus juicios, hoy les contaré porque ya no quiero ropa, quiero diseño, quiero tesoros.
Después de casi un mes visitando diversas ciudades de Europa, entre ellas, varias capitales de la moda, algo hizo un click en mí. Descubrí que ya no me gusta la ropa, que me agobian las tiendas repletas de percheros y maniquíes que me generan falsas necesidades. Esos lugares dejaron de ser "mis espacios", solo me provocan confusión y desconcierto. No encuentro "experiencias" en ellos, sólo veo uniformidad y "lugares comunes".
Me es inevitable pensar cómo fueron confeccionadas esas prendas, quiénes las trabajaron, con qué materiales y por qué debería vestirla como si realmente me importara. La verdad, no me importa, no me identifica y la veo cada vez más como un trapo bello que no me habla a mí, sino a miles de invisibles que la consumen a modo "automático".
Pero, alto, no se asusten, en mi análisis existen matices.
"Aterrizo" en pequeñas tiendas, entro a 10 Corso Como en Milán, recorro "Charities" (como la Coaniquem Store en Santiago), ferias de antigüedades y mercados, y me cambia la cara. Mi cabeza comienza a procesar imágenes a la velocidad de la luz, me sube la adrenalina dibujándome una sonrisa.
Allí veo diseño, comienzo a leer etiquetas con un "hecho en" local, "escucho" historias y descubro tesoros. No es ropa, no son accesorios, son "objetos de mi afecto", son piezas que quieren un lugar en mi vida, que me hablan a mí, que entienden mi personalidad, mi carácter, que me hacen sentir única, guapa, mujer.
En ese momento comprendo, que me inoculé ante el despilfarro de energías asociado a un consumo impulsivo y solo me conmueve la indumentaria que tiene la capacidad de decirme cosas, de resignificarse en mí. Esta reflexión no deja la puerta cerrada a nada, ni nadie, solo me guía hacia una conciencia total de quien soy y de lo que realmente se merece estar en mi clóset.
No descarto que puedan existir etiquetas masivas, que en algún momento –por cambio de políticas o creación de líneas especiales- también me cautiven. Mi click no tiene que ver con extremismos, sino con entender que ya no me interesa cosificar mi vida, ya no quiero ropa, telas vacías, quiero complejidad, quiero cadenas de valor, que realmente tengan valor.
No estoy pidiendo mucho, sólo que le vendan commodities a China, pero no a mí.