[COLUMNA] Sofía Calvo: Por amor a mi ropa
En época de amor y corazones, no pude dejar de pensar en las diversas formas que podemos amar nuestra ropa y a quienes la producen. Porque si bien la ropa se pasea por nuestra vida como un objeto, también es portadora de nuestros deseos, identidades y relatos. Pero, en qué acciones concretas puedo medir mi amor hacia ella. Hoy le doy una vuelta.
Cuando algo nos importa, lo cuidamos y protegemos. Por lo mismo, la primera manera de expresar afecto hacia nuestra indumentaria es siguiendo las instrucciones de lavado plasmadas en las etiquetas, entendiendo que su durabilidad no sólo depende de qué materiales fue confeccionada, sino también del cariño y trato que tengamos hacia ella.
Cuando algo nos interesa, averiguamos sobre su origen y entorno. En el caso de la ropa, esto se traduce en saber a ciencia cierta quién la hizo, bajo qué condiciones y contexto. No sé ustedes, pero a mí me costaría mucho amar una prenda cuya historia estuviera manchada de trabajo infantil o esclavo, o que en su proceso hubiera contaminado una ciudad completa.
Cuando nos enamoramos, el otro brilla ante la multitud. Lo anterior traducido al mundo de la ropa sería algo parecido a quedar prendados de esa cualidad que nos hace lucir distintos y únicos, que nos aleja de la serialidad y lo masivo. Enamorarnos del relato que encierra el proceso creativo de esa pieza, que podemos resignificar a través de nuestra cotidianidad.
Cuando nos enamoramos queremos sentirnos protegidos. En el caso de la ropa, la protección no se materializa necesariamente en el acto clásico de cubrir el cuerpo, sino en la capacidad que tienen determinadas prendas de calzar en nuestra silueta como si fueran hechas a la medida (aunque no lo hayan sido). Esa característica aumenta nuestra autoestima, nos llena de seguridad y confianza, nos hace sentirnos guapas y fuertes.
Cuando nos enamoramos, queremos el original. Nadie podría contentarse con la copia de ese objeto del afecto. Es casi como conformarse con el "premio de consuelo". Por lo mismo, cuando se ama a la moda, se privilegia el original por sobre la copia o la falsificación. Eso se hace aún más patente cuando hablamos de marcas locales que se la han jugado por desarrollar una propuesta que seduzca por su calidad y oficio. A ellos debemos premiar con nuestro afecto e ignorar a quien se aprovecha de lo construido por otros para ser aceptado en el mercado.
Cuando nos enamoramos, queremos creer que es para "siempre". Aplicado a nuestra ropa sería buscar prendas que trasciendan las tendencias, sean atemporales y tengan vocación heredable, para que el amor hacia ellas no muera, sino continúe en otros... "para siempre".